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Si la señorita la habla, Mercedes se levanta in- mediatamente y responde con la mayor cortesía; si la reprende (lo que muy raras veces sucede) jamás se la ve impacientarse o hacer movimien- tos de enojo; al contrario, inclina la cabeza, los colores le suben al rostro y acaba por decir: Dis- cúlpeme, señorita, le prometo no volverlo a hacer.
Si, jugando en el recreo, empuja sin querer a al- gún compañero, se detiene en seguida para pedirle mil perdones y ver si lo'ha lastimado; y si es a ella a quien empujan o golpean, inmediatamente dice: No es nada.
Nuestra compañera nunca entra a la clase ni se retira de ella sin saludarnos a todos.
Cuando, en medio de un juego, Mercedes pierde y recibe una pena, no se enoja ni amenaza con retirarse si no se hace lo que ella quiere. Al con- trario, siempre sonriente, cumple la pena con el aire más cómico del mundo.
Nunca se la oye decir a sus compañeros de juego: Quiero tal o cual cosa. Si tiene en realidad deseo de que se haga algo, siempre dice: ¿Qué les parece si Jjugáramos a esto o a lo otro? Si ustedes no tienen algún inconveniente, propongo tal cosa. Y es seguro que todos accedan gustosos a los deseos de la amable niña
