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— 131 — via, primero fina, luego más densa, empezó a caer; lluvia mansa, que por lo mismo prometía durar algunas horas.

Como ese día era festivo, Miguel había pensado pasarlo

en un pueblito de campo, donde vive su padrino; pero el tiempo dispuso otra cosa y mi amiguito tuvo que renunciar a su proyectado paseo. . En honor de la verdad, debo hacer constar que Migue- lito estuvo de mal humor toda la mañana, protestando de lo que él llamaba una lluvia inoportuna, por más que su papá insistiera en calificarla de muy benéfica, pues hacía mucho que no llovía y los campos empezaban a sentir las consecuencias de una prelongada sequía.

Por la tarde, después de haber pasado un rato entre- tenido en diversos juegos con sus hermanitos, Miguel se puso los zapatos de goma, un sobretodo viejo bastante grueso y, tomando el paraguas, salió a la calle.

— ¿Adónde vas? —le preguntó su hermana Eulalia, muy sorprendida de verlo salir con tiempo tan malo.

— Voy a ver cómo llueve, — respondió muy serio el chico, no sin provocar la risa de la niña, que no compren- día lo que ese espectáculo pudiera tener de interesante. Pero Miguelito ya estaba en la calle. Tomó hacia la de- recha y empezó su paseo bajo la lluvia, con la mayor tran- quilidad. Verdad es que en esos momentos llovía ya po- co y el cielo empezaba a mostrar señales de bonanza.

La casa de Miguel está situada en una calle de los su- burbios y cerca de una plaza, a la que llegó a poco andar.

Miguelito no había salido con el propósito de sacar pro- vecho .alguno de su paseo; sólo quería, según dijo a su