Página:Lopez Nuestra tierra.djvu/134

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

— 132 —

hermanita, ver cómo llovía. Pero como tiene la costum- bre de fijarse en todo y observar cuanto cae bajo su vista, no tardó en llamar su atención que las piedras de la calle estuvieran muy limpias, cuando casualmente la tarde ante- rior, al pasar por ahí, había hecho notar a uno de sus her- manos' la cantidad de polvo que las cubría. Lo natural era que la lluvia hubiese f3rmado barro y la calle estuviera resbaladiza y sucia. ¿Por qué no había sucedido así?

Acercándose al borde de la vereda, vió que un pequeño arroyo corría con bastante velocidad, justamente al pie de la misma. Siguió mirando y se dió cuenta de que ese arro- yito era formado por el agua que descendía del centro de la calzada hacia los costados, por ser ésta ligeramente above- dada. Luego ocurriósele introducir la mano hasta el fondo del arroyito y retirarla llena de agua, entreteniéndose en hacerla escurrir entre los dedos, y notó entonces, reteni- das en la palma de su mano, algunas piedrecitas y bas- tante barro. Dedujo de esto que si la calzada aparecía tan limpia era porque el agua, al correr, había arrastrado la tierra, y ésta a su vez era llevada por el arroyito.

Siguió reconociendo éste a lo largo de la vereda y en- contró piedritas de varios tamaños, que ora rodaban empu- jadas por el agua, ora se detenían al encontrar otra mayor que les interceptaba el paso. Llamáronle la atención esas piedras, pues no podían provenir de la calzada, que estaba perfectamente adoquinada. Echóse a andar en dirección contraria a la que llevaba el arroyito y, al llegar a la es- quina, vió que era necesario doblar a la izquierda, pues la corriente desembocaba de ese lado; prosiguió en esa