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nuamente, cual si subiera y bajara escaleras, y ya saben ustedes que este ejercicio cansa por poco que se le repita. Además, dice Eduardo que las eminencias no son sólo de tierra sino también de piedra y que ésta lastima mucho los pies.

En cambio el mal tiempo no es allí un obstáculo para salir: apenas cesa la lluvia se puede transitar por los cami-



Terreno que se va elevando gradualmente desde el nivel del mar.

nos, porque el agua no se estanca, ni mucho menos forma barro. ¿Saben por qué? Debido a la inclinación del suelo que no la permite detenerse y la obliga a correr hasta jun- tarse con el arroyo que por allí cerca pasa. .

Nuestros dos amiguitos habitan, pues, sitios comple- tamente distintos, en cuanto al aspecto del terreno; el primero vive en una planicie o llanura, donde ninguna ele- vación del suelo intercepta la mirada; el segundo vive en un lugar accidentado o quebrado, en el que, de trecho en tre-