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—161 — cho, se destacan eminencias de rocas y tierra que cierran el horizonte y hasta impiden ver el sol mientras no haya llegado a cierta altura en el cielo.

Si en vez de ir solamente a la estación del ferrocarril o a la escuela del Bragado, Andrecito fuera en tren hasta General Acha, se sorprendería mucho, sin duda, al encon- trar que el terreno no es siempre tan plano como en su pueblo, pues ofrece aquí y allá elevaciones o colinas, pe- queñas es cierto, pero que, con todo, impiden ver las casas situadas del otro lado de ellas; y si en vez de ir a Gene- ral Acha, fuera a Bahía Blanca, hallaría en el trayecto elevaciones mucho mayores o sierras, semejantes en todo, aunque menos altas, a las del pueblo en que vive Eduardo.

En cambio, si éste hiciera un viaje desde Cruz Chica a la ciudad de Córdoba, notaría, a medida que se acercara a ésta, que el terreno es menos accidentado y concluiría por encontrar una llanura muy semejante a la del Braga- do; llanura que seguiría presentándose a su vista si conti- nuara viaje hasta el Rosario. Verdad es que de vez en cuando vería algunas pequeñas ondulaciones, pero en es- caso número y de poca elevación.

Si ustedes se fijan en el mapa, podrán ver cuánta es la extensión del país donde predomina la llanura y cuántos pueblos hay que ofrecen las mismas perspectivas que el Bragado o el camino de Córdoba al Rosario. Pero bien entendido que al decir llanura no se quiere significar que el suelo sea de una horizontalidad perfecta; tal cosa es imposible, como ustedes podrán comprender si tienen en cuenta que el agua de las lluvias arrastra consigo tierra y