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prensa por medio de grandes y gruesos cilindros de hierro que forman lo que se llama el trapiche. El jugo cae en un depósito colocado en la parte inferior, y la masa fibrosa de la caña, llamada gabazo, es echada a un lado por la mis- ma maquinaria. Como el jugo extraído contiene arena y otras impurezas, se le filtra, y luego se le hierve por tres veces en otras tantas calleras, de la última de las cuales sale convertido en algo semejante a la miel, que, sin duda por eso, lo llaman melaza. Una vez fría, se separa en dos partes: una líquida, de la que se extrae el alcohol de caña, y otra sólida, que constituye el azúcar propiamente dicho, pero que no es todavía el azúcar limpio que conocemos, pues para esto tiene que pasar antes a las refinerías, es- tablecimientos que lo purifican dándole ese hermoso color blanco y las formas de cuadritos, panes y polvo en que lo consumimos.
En cuanto al algodón, cuyo cultivo durante el período colonial estaba bastante generalizado en las provincias del norte, fué abandonado después.
Entonces se usaba mucho en nuestro país las telas de algodón tejidas a mano por las mujeres; pero como al in- dependizarnos de España se hizo fácil comerciar con todos los países, comenzaron éstos a enviarnos tejidos hechos a máquina y por lo tanto más baratos y perfectos. Sin embargo, se empieza nuevamente a cultivar el algodón, sobre todo en el Chaco, y debido a su excelente calidad, es muy solicitado por las fábricas de tejidos, siendo de esperar que no pasará mucho tiempo sin que la industria algodonera sea otra de las grandes riquezas nacionales.
