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LA LEY DE LAS LEYES
Un deseo análogo al que dió vida a la asociación de que acabo de hablarles guió a los patriotas que, en los primeros años de nuestra vida independiente como nación, se pu- sieron -a la obra de organizar el país. Esto quiere decir, disponer las cosas de mado que los habitantes, sean na- cionales o extranjeros, gocen de los derechos necesarios al hombre, y constituir un gobierno que vele porque esos derechos sean respetados, el país progrese en cultura, acre- ciente sus riquezas y merezca siempre la consideración de las demás naciones.
Desde la declaración del 25 de mayo de 1810, fué pre- ocupación constante de los patriotas fijar la Constitución que regiría los destinos de la nueva nación. Pero las apre- miantes exigencias de la guerra por la independencia, en primer lugar, y luego la natural confusión de los pueblos del antiguo virreinato al encontrarse de pronto dueños Je sus propios destinos, contrariaron y postergaron este anhelo de nuestros padres.
Pero ¿qué es la Constitución? me preguntarán ustedes. Voy a decírselo.
Como la misma palabra lo expresa, Constitución es el conjunto de disposiciones que los ciudadanos resuelven obedecer, cumplir y defender; es la ley suprema que se- fala sus deberes y derechos, que determina las facultades y obligaciones de los gobernantes, y a la cual deberán subordinarse las demás leyes y disposiciones que éstos dicten.
