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gresará mucho más que otro en el que nadie sienta de- seo de permanecer, salvo que la necesidad lo obligue a ello. Si las calles están sucias, los edificios públicos y particulares mal atendidos y los paseos descuidados; si se corre peligro de adquirir enfermedades que provienen de la falta de higiene; si los habitantes son groseros, mal hablados, bulliciosos y pendencieros; si al visitar una es- cuela se ven sus útiles rotos por niños poco amantes de ella, y en las calles pululan los vagabundos que debieran estar oyendo las lecciones del maestro; si los vecinos son molestos; si no son respetadas las autoridades y las orde- nanzas que dicten, es claro que todos se sentirán incómodos, y en cuanto les sea posible abandonarán semejante pueblo para vivir en otro más agradable. Además, y como con- secuencia de lo dicho, la ciudad gozará de menos como- didades, pues gran parte del dinero que podría destinarse a construir edificios públicos, reparar calzadas, habilitar paseos, o cualquiera otra obra de beneficio general, tendrá que emplearse: en aumentar y pagar el personal encargado de barrer y lavar las calles con más frecuencia de lo que sería necesario si los habitantes pusieran un poco de cui- dado; en componer lo que se destruye por maldad o tra- vesura; en vigilar que nadie moleste a los demás, y en una infinidad de servicios que serían más limitados si cada vecino, por su parte, hiciera algo en favor del progreso y bienestar de todos.