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— 251 — COMO CARRETA TUCUMANA

Ramón, que acababa de terminar su canastita de papel, la colocó muy ufano sobre la mesa y, tomando el aire de una persona mayor, dirigióse a su hermanita, que aún no había concluido la suya, y le dijo:

— ¡Pero Alicia! siempre te quedas atrás en el trabajo. Pareces una carrela tucumana.

La ocurrencia del chico hizo reír a todos, menos a la pequeña 'a quien iba dirigido el reproche.

— ¿Por qué me dices eso? — preguntó, a punto de llo- rar, la graciosa Alicia.

Y como Ramoncito se limitara a encogerse de hombros demostrando no saber el por qué de su comparación, Ali- cia volvióse hacia la tía y le dijo:

— ¿De veras, me parezco a una carreta tucumana?

La buena tía que apenas podía contener la risa ante la curiosa disputa de los dos hermanos, acarició la carita de su sobrina, diciéndole:

— No te aflijas, querida, porque hace muchos años que no existen ya aquellas famosas carretas que hacían lar- guísimos viajes a través del territorio argentino condu- ciendo pasajeros y carga.

— ¿Pasajeros en las carretas? — saltó Ramoncito.

— Sí, caballerito, pasajeros, así como suena, — replicó la tía. — Sin ir más lejos, el papá de la abuelita a quien van ustedes a ofrecer estos trabajitos dentro de pocos días, y al cual alcancé a conocer siendo yo niña aún, me refirió, una noche que le pedía me contara cuentos, el