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AGUAS TRANQUILAS Y AGUAS TURBULENTAS
El agua no es sólo un elemento indispensable a la vida; su contemplación nos procura también mil placeres. La naturaleza sin agua tiene el aspecto desolado de un de- sierto, del que huye la vida.
En cambio, la presencia de un riacho o de una pequeña laguna basta para comunicar alegría al paisaje. La vege- tación es allí más abundante y lozana, el aspecto de la tierra más agradable.
Además, el agua se presenta bajo formas tan distintas en la naturaleza, que procura a la vista los espectáculos más sorprendentes y nuevos. Díganlo si no estas vistas que escojo entre otras muchas, porque reproducen dos formas diferentes y por igual interesantes: el agua en calma de lagos encajados, por así decir, entre las monta- ñas andinas, y el agua de la catarata en perpetua agitación, que salta imponente por sobre los obstáculos que las rocas oponen a su paso.
El lago Nahuel-Huapí, situado en la cordillera de los Andes, en el territorio del Neuquén es, por su extensión, un verdadero mar interior, contribuyendo a darle este carácter las grandes islas que encierra, y es de tanta pro- fundidad que puede ser surcado por grandes buques. Di- cen los viajeros que lo han visitado, que por lo general sus aguas están tranquilas, semejando entonces un inmenso espejo; pero en ocasiones, cuando sopla fuerte viento, se produce en ellas verdaderas tempestades análogas a las que se observan en el mar.