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NUESTROS BOSQUES

Quizá este título haga pensar a ustedes en alguno de esos sitios que existen en los alrededores de nuestros pue- blos y que se distinguen por su vegetación compuesta de árboles más o menos grandes, pero bastante agrupados como para proporcionar sombra en las horas ardientes del verano.

No es a esos bosquecillos, por lo general de talas, sau- ces, ceibos, álamos, paraísos o cucaliptus, a los que me refiero aquí, sino a los verdaderos bosques o selvas, que no han sido plantados por el hombre y cuya existencia cuenta cientos de años,'abarcando leguas y más leguas de extensión.

Tan sólo algunas provincias, como Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Corrientes, tienen verdade- ros bosques, mientras que en las demás apenas si se en- cuentra bosquecillos aislados. En cambio, la región cálida de que les hablé en un capítulo anterior está casi total- mente cubierta de bosques seculares, en su mayor parte vírgenes, es decir, que no han sido hollados por el hombre civilizado.

Cual si la naturaleza hubiese querido impedir la en- trada a esos sitios, ha entretejido los árboles con enor- mes lianas, plantas trepadoras que se enredan de árbol en árbol y es necesario cortar para abrirse paso a través del bosque.

Si ustedes recuerdan lo que les referí al hablarles de los tres amigos que se internaron en las selvas de Misiones