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jaros de climas templados, en invierno emigra a las regiones del norte, y al regresar a las pampas, al empezar la prima- vera, trae un variado repertorio de cantos, fiel reproducción del de los pájaros de las selvas chaqueñas o misioneras.

Así, no es extraño oír en nuestras campañas el canto del urulaú, que jamás las visita, imitado a perfección por la artística calandria. Pero lo curioso es que, así como repro- duce el canto del zorzal, del mirlo y del jilguero, el silbido del boyero y el parloteo de la urraca, su canto propio es muy superior a todos esos, de suerte que es difícil decidir si es mayor su mérito como imitador que como cantor original.

Ahí está el blandengue, llamado también federal, acasc por el color rojo naranjado del plumaje que cubre su cabeza, cuello, parte del pecho y tibias, que contrasta con el resto, enteramente negro, y que hace destacar su presencia entre el follaje y los pajonales. Como vive en sitios donde existe agua, construye muy ingeniosamente su nido entre los jun- cos, a un metro más o menos del nivel del agua, entreie- giendo, con tiras de junco, una especie de ovillo hueco con una abertura lateral, forrado interiormente con paja.

Otro pájaro curioso es el benteveo, de cuerpo grueso, alas cortas, cabeza grande y pico fuerte. Sobre la cabeza luce un copete negro mezclado de amarillo y blanco. El pecho es de color azufre y las alas y parte superior del cuerpo marrón grisáceo. Cuando canta, su fuerte voz parece modular las pa- labras bien te veo, que le han dado su nombre. Sin embar- go, según el punto que habite, cambia de nombre; así, en las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy lo llaman quetu- pí; en Corrientes y Misiones, pilogiié; en Córdoba, pitupí,