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TRABAJO Y PROPIEDAD

Si les digo a ustedes que todos sin excepción somos pro- pielarios, tal vez me mirarán con cara de incredulidad o de sorpresa. Y sin embargo es así, y lo repito: todos sin exceptuar uno solo, somos propietarios.

¿O se imaginan ustedes que lo son únicamente los dueños de extensos campos, de casas, de fábricas o de dinero, cosas que los niños no pueden tener? Pues están equivocados; los que tales bienes poseen son el menor número y sin embargo no hay sér humano que no sea pro- pietario de algo de que nadie puede despojarlo. ¿Qué es ese algo? La inteligencia, pues; esa inteligencia que están ustedes cultivando en la escuela y que en mayor o menor grado poseen todos: hombres y mujeres, chicos y grandes.

Y no vayan a creer, ni por un momento, que la infeli- gencia nos haga menos ricos que el dinero; al contrario, éste puede perderse o acabarse, mientras que aquélla, si ha sido bien cultivada procura mil medios de vida.

Si por el solo hecho de nacer somos dueños de un dón tan grande que nos permite alcanzar los mayores bienes y satisfacciones, se comprende que en nuestras manos está sacar el mayor provecho de él.

Así, cuando ustedes hayan hecho los estudios generales necesarios, lo natural será que cada uno se dedique al estudio o trabajo que prefiera o le sea más fácil. Y por tanto, a la vuelta de algunos años, del grupo que ustedes forman en su clase, saldrán ingenieros, agrónomos, dibu-