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su escuela y yo la llamo mía cuando hablo de ella; y ¡cosa extraña! nunca disputamos por eso. Sin embargo, si un niño estuviera remontando su barrilete y otro le dijera: «préstame mi barrilete un momento», es casi seguro que el primero le diría: «perdona, pero el barrilete es mío por- que yo lo he comprado».

Las veredas por las ct ales transitamos son propiedad de

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Plaza de Mayo (Paraná). En todas las ciudades y pueblos hay plazas que pertenecen al público.

todos; las bibliotecas sostenidas por el Estado pueden ser frecuentadas por cualquiera que desee leer e instruirse; los hospitales y asilos reciben sin distinción a los enfermos po- bres o sin familia, a los huérfanos abandonados y a los an- cianos que carecen de medios. Los árboles que adornan las calles y los faroles que las alumbran pertenecen a todos y no al dueño de la casa en cuyo frente se hallan colocados. Los paseos públicos están abiertos para todos los que quieran concurrir a ellos a recrearse o respirar aire puro.