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sobados por sábanas, una piel de guanaco arrollada por almohada y como abrigo un quillango, que era de lo mejor en aquella noche fría.

— Y ¿es cierto que se visten de una manera muy rara?

— Hoy día su traje se asemeja bastante al de nuestros paisanos; he visto algunas mujeres con vestidos de percal y ropones de lienzo, pero muchas visten túnicas de colores muy vivos, que tejen con lana de oveja o de guanaco y tiñen con jugos de hierbas y frutas del campo. Se cubren con mantas de pieles y usan todavía la vincha sobre la frente. Tienen el cabello muy lacio, pero las jóvenes se lo cuidan mucho, peinándolo — ¿sabes con qué? — con unas escobillas hechas de fibras duras. Después lo dispo- nen en dos trenzas, a veces bastante largas.

— ¡Cómo me gustaría ver un tehuelche! tío.

— Un poco difícil. sería, pues vienen raramente al pue- blo, y sólo si alguien los trae con un objeto dado. Además, quedan ya muy pocos, apenas unos cuantos centenares, los que no viven en sus toldos como antes, sino en las estancias o chacras, sirviendo de peones los hombres y en los quehaceres domésticos las mujeres.

Conténtate, pues, con ver el retrato que el cacique me permitió tomarle mientras fuí su huésped.

"TRABAJOS MANUALES INTERESANTES. — Organizar en un ángulo del pa- tio un toldo tehuelche y fabricar los objetos y armas que usaban los indios, así como las prendas de su traje, las que servirán para disfrazarse y repre- sentar escenas de la vida indigena.