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LOS PRIMITIVOS DUEÑOS DE NUESTRA TIERRA

A la par de los tehuelches de que hablaba el tío Lucio a su sobrina, muchísimas otras tribus indígenas habitaban el vasto territorio conocido hoy con el nombre de República Argentina, cuando llegaron a él los conquistadores españo- les. “Los individuos que formaban esas tribus no tenían la piel blanca sino cobriza, hablaban una lengua que sólo ellos entendían, andaban semidesnudos, se pintaban el cuerpo y la cara con colores chillones, adornaban sus lacios cabellos con plumas y sus cuellos con numerosos collares de con- chillas, dientes de animales y piedrecitas de colores.

Pero lo que más los diferenciaba de los españoles era su absoluta falta de instrucción: no sabían leer ni escribir, y por consiguiente de nada les servía la inteligencia que todo ser humano posee; no conocían más trabajo que el de ca- zar o pescar animales para el propio sustento. Para ellos era la cosa más natural del mundo apoderarse, por astucia o a viva fuerza, de lo perteneciente a otro; en una palabra, aunque seres humanos, no eran civilizados como nosotros, sino salvajes. Tales eran los indígenas o primitivos pobla- dores de nuestra tierra.

Los españoles se sorprendieron mucho en presencia de tales individuos, de los que no tenían la más remota noticia y cuyo lenguaje no entendían, tomando por amenazas sus gestos y movimientos vivos de salvajes.

Al principio los indígenas fueron buenos con los españo- les y los respetaron, creyéndolos seres superiores a causa de su tez blanca; pero más adelante, sea porque los espa-