Página:Lopez Nuestra tierra.djvu/331

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

— 325 — rían daño? ¿Volverían a quemarle la garganta? ¡Ah, po- bre Chichí! ¡Y su mamá que no estaba ahí para defen- derla de esos hombres tan malos! ¿Por qué no volvía:como le prometiera al dejarla? Un sollozo salió de la camita blanca, y, bajo los cobertores, el delgado cuerpecito se estremeció de miedo y de pena...

De pronto, Chichí se incorporó en la cama y miró asus- tada abriendo tamaños ojos y sacudiendo su melenita leo- nada. Se había dormido llorando y he aquí que, en sueño, había oído la voz de la enfermera que decía: «Dará mucho trabajo, señor doctor; es una chica muy nerviosa que no quiere tomar los remedios ni dejarse tocar.» Entonces, ¿había llegado el doctor, que la examinaría a la fuerza? Sí, ahí estaba; era un señor alto, de larga pera gris y de cara seria. Chichí no vió más; se echó de bruces sobre la almohada y empezó a gritar desesperadamente: «¡Mamá! ¡mamá! ¡No quiero que me curen! ¡No quiero! »

La enfermera trató de calmarla, pero en vano; su voz no se oía siquiera, tales eran los gritos de la chica. Los demás niños asomaban sus cabecitas sobre la baranda de las camas y miraban ansiosamente. Una chica de unos diez años, le decía desde su lecho: «No tengas miedo, el doctor es muy bueno». Pero la pobre no podía hacerse oír de la chillona; sólo el doctor la oyó y, sonriendo, la aca- rició con su manaza de buen papá grande.

Chichí continuaba gritando; y lo que es peor pataleando y mordiéndose las manos; sin duda iba a ser presa de un ataque de nervios. El doctor inclinóse en tanto sobre la cama y, acercando su cabeza a la de la niña, le dijo algunas