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— 64 — cho pobre suele emplearse como peón en las estancias, donde es muy solicitado por su habilidad en el manejo del lazo y del caballo. Antes, usaba con frecuencia las boleadoras para perseguir y detener los indómitos potros, pero hoy las reserva para los ñandúes, a los que de otro modo es difícil alcanzar en su veloz carrera.

La fantasía de nuestros gauchos les hace amar la música y la poesía; casi no hay gaucho que no sea cantor y algo poeta. Las décimas, las vidalitas, los tristes y otras com- posiciones igualmente peculiares de las campañas argenti- nas, han sido compuestas por gauchos que sólo se inspira- ron en la naturaleza y en sus propios sentimientos.

En las tardes melancólicas de la Pampa es frecuente en- contrarlos, sentados a la puerta de sus ranchos, cantando al són de la guitarra melodías llenas de sentimiento.

Por la belleza de sus canciones, algunos de esos cantores se han inmortalizado en el recuerdo. Uno de ellos fué Santos Vega, el payador cuya historia han cantado muchos poetas ilustres. El payador es un poeta rústico que versi- fica con gran facilidad y canta con la misma naturalidad que lo hacen los pájaros.

Es costumbre, entre los gauchos, organizar payadas, o sea concursos de payadores, en las que tratan de superarse unos a otros por la belleza y oportunidad de sus versos, erigiendo en jueces a los paisanos que les forman rueda.

Pero no sólo en la vida pacífica se ha hecho conocer el gaucho. Durante las luchas por la independencia, “ese hijo de las pampas renunció a la vida tranquila de los campos para seguir la bandera de la patria, y muchas