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— 87 — NUESTROS GOBERNANTES

Aunque todos los habitantes de la Argentina somos igua- les ante la ley, existen sin embargo diferencias entre ellos respecto a su condición: hay ciudadanos, es decir, nacidos en esta tierra, o sea argentinos, y hay extranjeros; hay hombres, mujeres y niños; hay individuos honrados y tra- bajadores, pero los hay también holgazanes y criminales; hay personas inteligentes y más o menos instruídas, y al par de éstas otrás ignorantes y hasta analfabetas, es decir, que no saben leer ni escribir; hay personas razonables, como también dementes que pasan su vida en el manicomio; las hay respetuosas del derecho ajeno y otras que no tienen reparo en robar, injuriar y hasta matar a sus semejantes; y si hay muchos individuos dignos, no faltan tampoco, por desgracia, otros que carecen de vergilenza.

Veamos ahora cuáles deben ser llevados al gobierno, si se busca el bien del país.

No sería sensato que desempeñaran tales cargos los ex- tranjeros, porque, en general, no pueden amar al país como los nativos, ni conocer sus necesidades tan bien como éstos.

Nadie consentiría tampoco que los niños o jóvenes gober- naran, pues carecen de la experiencia y preparación que sólo se adquiere con el tiempo; por más bueno y juicioso que sea un jovencito de 18 años, no puede ser un gobernante reposado, pues la naturaleza indica a cada edad sus obliga- ciones, y la de la juventud es prepararse, por el estudio, para desempeñar, tal vez en el futuro, las funciones del gobierno.

Pero si sería poco razonable que nos gobernaran extran-