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Los anales.—Libro XI.

engañaba, en casa del mismo Suilio se dejó caer sobre la punta de su espada. Esto dió ocasión á que comenzando Cayo Silio, nombrado para cónsul (de cuyo poder y ruina diré en su lugar), se levantaron en pie los senadores á pedir la observancia de la ley Cincia (1), por la cual era antiguamente prohibido el recibir dinero ó presentes por defender las causas. Mas haciendo ruido los interesados, Silio, poco amigo de Suilio, se encolerizó ásperamente, contando ejemplos de los antiguos oradores, á los cuales bastó la fama con los venideros para un honesto premio de su elocuencia: que haciéndolo de otra suerte, se manchaba con la fealdad del oficio la hermosura de la reina de las artes.

Fuera de que, no puede esperarse entera y franca lealtad cuando no se pone la mira sino en que sea mayor la ganancia: que defendiéndose las causas sin algún interés serían sin duda muchas menos; donde ahora se fomentan con él las enemistades, las acusaciones, los odios y las injurias: y así como la violencia de las enfermedades hinche las bolsas á los médicos, así la peste de los pleitos enriquece á los abogados: que se acordasen de Cayo Asinio y de Mesala, y entre los modernos de Aruncio y de Esernino, los cuales llegaron á los mayores puestos por medio de su loable vida y elocuencia incorrupta.» Dicho esto por el destinado para cónsul y consintiendo todos los otros, se preparaba un decreto para obligarlos á la ley de residencia, cuando Suilio, Cosuciano y los demás que veían ordenarse contra ellos, no ya el juicio (siendo la causa demasiado clara), sino la pena, se arrimaron á César, suplicándole no hiciese cuenta de las cosas pasadas; y haciendo con la cabeza señas de que era contento, comenzaron así: «¿Quién será aquel (1) Cincio, tribuno de la plebe en el año 549 de la fundación de Roma, dió una ley acerca de los dones y regalos, por cuyo motivo la llamó Plauto muneral. Habiendo caído en desuso, fué restablecida por Augusto, confirmándola con un nuevo decreto del Benado, pero sin que por eso durase mucho tiempo su observancia.