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Los anales.—Libro XI.

mulando todo lo demás; pero medrosos de provocarse ellos mismos su propia ruina, desistieron de ello. Palante, por vileza de ánimo; Calisto, por la experiencia que tenía en el gobierno de la corte pasada, y por saber que se conservaba más segura la grandeza con los consejos prudentes que con los precipitados. Sólo Narciso fué siempre de un parecer, mudando sólo de lo acordado el no adelantarse en palabras de manera que la pusiesen en sospecha de delito ó de acusadores. Éste, pues, aguardando con cuidado alguna buena ocasión, y viendo que Claudio se detenía mucho en Ostia, persuadió á dos mancebas con quien más particu—larmente trataba el emperador á emprender la denunciación, cargándolas de dádivas y promesas, y mostrándolas que, derribada la emperatriz, crecería su autoridad.

Con esto la una de ellas, llamada Calpurnia, aguardando tiempo de hallar solo á César, echándosele a los pies, comienza á decir á voces que Mesalina se había casado con Silio; y juntamente pregunta á Cleopatra, su compañera, que sólo aguardaba aquello, si tenía noticia de aquel caso.

Y haciendo ella señis con la cabeza que sí, pide que llamen á Narciso, el cual, pidiendo á César perdón de lo pasado y de haberle callado los tratos que Mesalina tenía con Vectio y con Plaucio, añade: «también ahora, señor, callaria de buena gana sus adulterios, y si en mí fuese, le dejaría gozar al adúltero de la casa, de los esclavos y de los demás arreos y aparatos imperiales, con tal que te restituyese la mujer y rompiese los capítulos matrimoniales. ¿Por ventura, señor, ha llegado á tu noticia tu divorcio? Porque el pueblo, el senado y los soldados han visto las bodas de Silio; y si le das tiempo, no tardará mucho el nuevo marido en apoderarse de Roma.»» Entonces Claudio, convocados sus principales amigos, pregunta lo que saben de esto, primero á Turranio, comisario de los trigos, y después á Lusio Geta, capitán de las cohortes pretorias. Confesándolo éstos también, comenza-