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Cayo Cornelio Tácito.

y la vida para los hombres libres, dejando á discreción diez mil esclavos que había dentro. No se aceptó esta condición, porque parecía crueldad matar los rendidos, y no matándolos, imposible guardar bien tanta multitud. Y así, deseando hacerlos morir con razón de guerra, se dió la señal á los que ya habían escalado el muro para que los pasasen á cuchillo. El estrago de los Uspenses espantó á todos los demás, considerando que no había lugar seguro, pues que Bо menos que las personas quedaban también sobrepujadas y sujetas al mismo ímpetu y furor las armas, las murallas, eminencia de sitios, ríos caudalosos y ciudades fuertes.

Zorsines, habiendo bien considerado lo que le estaba mejor, favorecer las cosas de Mitridates reducidas á última desesperación, ó proveer á las de su reino paterno, en prevaleciendo en él la comodidad y provecho de su gente, dando rehenes, vino á postrarse de hinojos ante la imagen de César con mucha gloria del ejército romano, el cual, sin perder gota de sangre de los suyos, es cosa cierta que se hallaba victorioso menos de tres jornadas del río Tanais.

Mas no fué tan felice la vuelta, porque algunas naves que venían por aquel mar, arribando á las riberas de los Tauros, fueron presas de aquella gente bárbara, á cuyas manos murió el prefecto de una cohorte y muchos centuriones.

Mitridates en tanto, faltándole el socorro de las armas, consulta y discurre entre sí la persona cuya misericordia le convenía más experimentar. Tienta á su hermano Cotis, como á quien, sobre haberle sido antes traidor, entonces le era declarado enemigo. De los Romanos no había en el ejército ninguno de tanta autoridad á cuyas promesas se debiese dar entero crédito. Y resolviéndose acudir á Eunón, con quien no tenía enemistades particulares y se hallaba en gran reputación por la nueva amistad que había asentado con nosotros, acomodándose de hábito y de aspecto conveniente á la presente fortuna, entra en su palacio, y abrazado con las rodillas de Eunón, le dice estas pa-