Página:Los Anales de Cayo Cornelio Tácito. Tomo II (1891).pdf/72

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
66
Cayo Cornelio Tácito.

á los pies, cosa ignominiosa entre aquellos bárbaros. Luego el vu'go á quien él había tratado con aspereza, cargándole primero de vituperios, amenazaba de poner en él las manos, si bien no faltaban en contrario algunos que se doliesen de semejante mudanza de fortuna. Seguíale su mujer, y acompañada de sus pequeños hijuelos, rompía el airé con gemidos. Pónenlos en diversos carros cubiertos y cerrados hasta que Farasmanes ordenase lo que se había de hacer de ellos. El cual, vencido antes del deseo de reinar que del amor fraternal y aun del de su propio hijo, mostrando el ánimo pronto á ejecutar cualquier maldad, sola ésta le faltó por hacer; que al fin no quiso verlos matar ante sus ojos, y Radamisto, casi como acordándose del juramento, no ejercitó hierro ni veneno contra su hermana y tío, pero tondido en tierra, cubriéndolos con cantidad de ropa, los ahogó. llasta los hijos de Mitridates, porque habían liorado la desventura de sus padres, fueron degollados.

Quadrato, presidente, como se ha dicho, de Siria, avisado de la traición hecha á Mitridates y de que ocupaban el reino los matadores, juntado el consejo, dió cuenta de lo sucedido, pidiendo los votos sobre si se había de tomar venganza. Pocos cuidaban del bien público, y los más, aficionados al partido más seguro, concordaban «en que se debían oir siempre con gusto las maldades cometidas por los bárbaros, y que convenía alimentar entre ellos enemistades, aborrecimientos; consejo usado diversas veces por príncipes romanos, los cuales, so color de liberalidad, concediéndoles la misma Armenia, les habían dado ocasión de varias disensiones y guerras. Que se gozase en buena hora Radamisto el reino mal ganado, infame y odioso á todos.

El haberlo adquirido por tan malos medios, era de más provecho para los Romanos que si le hubiera ganado con reputación»; y al fin prevaleció este voto. Con todo eso, porque no pareciese que se aprobaba tan gran maldad, y medrosos de que mandase César contra lo acordado, se