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Cayo Cornelio Tácito.

decir que merecían ser aliviados, cuando no hubiera otra consideración, que lo que habían padecido en las últimas guerras de Tracia y del Bósforo: y á esta causa se les per donaron los tributos por cinco años.

Siendo cónsules Marco Asinio y Manio Acilio, la frecuencia grande de prodigios que se vieron pronosticó y amenazó mudanza en peor en el estado de las cosas. Abrasáronse con fuego del cielo algunas banderas y tiendas de los soldados.

Asentóse un enjambre de abejas en la cumbre del Capitolio.

Nacieron criaturas con dos cabezas, y de una puerca algunos lechones con uñas de ave de rapiña. Contábase también entre los prodigios el haberse disminuído el número de todos los magistrados, muriendo en pocos meses un cuestor, un edil, un tribuno, un pretor y un cónsul. Mas la que excedía á todos en temor era Agripina, por ocasión de ciertas palabras que oyó decir á Claudio estando tomado del vino; esto es, que había nacido con aquel hado de haber de sufrir las maldades de sus mujeres y castigarlas después.

Y así con este miedo se resuelve en solicitar sus trazas, habiendo antes hecho condenar á muerte á Domicia Lepida per ocasiones bien leves y competencias mujeriles: porque siendo Lepida hija de la menor Antonia, sobrina de Augusto, y ella prima hermana de Germánico, padre de Agripina, añadido á esto ser hermana de Gneo Domicio, su primer marido, se tenía por tan noble como ella. Ni en hermosura, edad y riqueza se diferenciaban mucho. Ambas á dos deshonestas, infames, soberbias y competidoras entre sí, no menos en los vicios que en las grandezas y dones de fortuna. Era terrible el contraste de quién podría más con Nerón, la madre ó la tía; porque Lepida, con halagos y con dones granjeaba el ánimo del joven; donde en contrario Agripina, siempre fiera, siempre amenazadora, quería bien haber dado á su hijo el imperio, pero no sufrirle emperador.

Imputósele, pues, á Domicia que había procurado casar con el emperador por vía de hechizos y abominables invo-