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Cayo Cornelio Tácito.

dos militares, severidad y gravedad de costumbres; Séneca en los preceptos de la elocuencia y en una cortés y honesta humanidad; ayudándose el uno al otro para sostener más fácilmente la peligrosa edad del príncipe con deleites permitidos, cuando se resolviese á menospreciar el camino de la virtud. Ambos tenían perpetua guerra contra la ferocidad de Agripina, la cual, ardiendo de todos los perversos apetitos que pueden caber en un mal gobierno, tenía de su parte á Palante, autor de sus bodas incestuosas y de la infeliz adopción, por cuyo medio encaminó Claudio su propia ruina. Mas ni Nerón se domesticaba con esclavos, ni Palante, excediendo los límites serviles, dejaba de enfadarle cada día más con su desapacible arrogancia. Con todo eso honraba César en lo público cuanto le era posible á su madre. Y al tribuno, que según la costumbre militar le pidió una vez el nombre (1), le dió éste: MADRE BONÍSIMA. Decretó también el senado que la acompañasen dos lictores, y que fuese hecha sacerdotisa flamínica de Claudio, cuyas exequias se hicieron como se acostumbraban hacer las de los censores; y tras ellas fué consagrado y puesto en el número de los dioses.

El día de las exequias recitó el príncipe sus alabanzas; y mientras se entretuvo en engrandecer su nobleza, contar sus consulados y triunfos de sus predecesores, él y todos los oyentes estuvieron con grande atención. También se oyeron con aplauso el amor que tuvo á las artes liberales, y lo que exageró la tranquilidad en que había estado la república durante su gobierno; mas después que pasó á tratar de su providencia y sabiduría, no hubo quien pudiese templar la risa, sin embargo del mucho artificio con que Séneca compuso aquella oración, habiendo poseído aquel gran (1) Esto es, la señaló tablilla que se daba á los tribunos; como diríamos en el día, el santo y seña. Daban esta seña el cónsul ó pretor, ó el jefe superior del ejército, pero el tribuno del pretorio sólo la recibía del príncipe.—N. de la E. E.