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Los anales.—Libro XII.

hombre un ingenio apacible y acomodado á los oídos de aquel tiempo. Notaban los viejos, cuya ociosa ocupación no pasa de comparar las cosas pasadas con las presentes, que Nerón fué el primero entre los emperadores que hubo menester valerse de elocuencia ajena. Porque César, dictador, fué émulo de los oradores antiguos; Augusto, de pronta y desembarazada elocuencia conveniente á un príncipe; Tiberio sabía también perfectamente el arte con que iba pesando sus palabras y declarar sus conceptos, unas veces en sentido eficaz y varonil, y otras cerrado y ambiguo. Ni en Cayo César pudo la lesión del entendimiento impedirle la fuerza de la elocuencia. Claudio, finalmente, cuando bablaba de pensado hablaba bien y con elegancia: mas Nerón desde sus tiernos años torció á otras cosas la viveza de su ingenio; á esculpir, pintar, á entretenerse en la música y ejercitarse á caballo; y tal vez cuando componía versos daba muestras de tener algunos principios de letras.

En lo demás, acabados que fueron todos los fingimientos de tristeza, entrando Nerón en el senado y dichas algunas cosas de la autoridad de los senadores y de la unión de los soldados para con él, dió cuenta de sus designios y de los ejemplos que quería imitar para gobernar bien la república; y que no teniendo instruída su juventud en armas civiles ni en discordias domésticas, no conservaba aborrecimientos, ni memoria de ofensas, ni deseos de venganzas.

Discurrió tras esto sobre la forma de gobierno que pensaba seguir en el futuro principado, apartándose de todo aquello cuyo aborrecimiento estaba todavía corriendo sangre. «Porque no era su intención adjudicarse todas las cosas, para evitar que, encerrándose dentro de una casa los acusadores y los reos, no se diese el absoluto dominio de todos al gobierno de pocos. En su corte no habría cosa vendible, ni en ella se abriría camino á la ambición, porque eran dos cosas separadas y distintas su casa y la república: que tuviese el senado muy en buen hora sus ordinarios cuidados y antigua .