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Cayo Cornelio Tácito.

se hizo llevar en litera á la puerta de palacio, y sostenido de su hermano, extendiendo las manos y suplicando con humildes palabras á Tiberio, fué recibido con rostro inmóvil y severo. Recitó César la acusación y los autores de tal suerte, que no se echaba de ver si quería aligerar ó agravar los delitos.

Habíanse añadido por acusadores á más de Trión y Cato, Fonteyo, Agripa y Cayo Vivio, y debatiendo entre ellos sobre quién había de tomar á su cargo el orar primero contra el reo, viendo Vivio que no se concertaba, y que Libón habla entrado sin abogado, prometiendo de referir sus delitos uno á uno, declaró desatinados cargos: es á saber, que Libón había consultado sobre si tendría jamás tanto dinero que bastase á cubrir la vía Apia hasta Brindis (1), y otras semejantes locuras y vanidades que, consideradas más mansamente, eran dignas de compasión. Fundábase el acusador en una escritura de mano de Libón, con ciertas notas de ocultos caracteres, que al parecer denotaban alguna gran crueldad, añadidos los nombres de César (2) y de los senadores. Llegado el reo, fué resuelto de examinar con tortura á sus esclavos. Y porque por antiguo decreto del senado había sido prohibido el examen de los tales cuando se tratase de la vida de su señor, Tiberio, sagaz é inventor de nuevas leyes (3), mandó que se vendiesen todos á un procurador de las rentas públicas, por poder, sin contravenir al decreto, proceder contra Libón por vía de sus esclavos. Visto esto por el reo, pidió de tiempo todo el día tola 70, en que refiere su muerte, le llama jurenem tam stultum quam nobilem.

(1) Esto es, dice Louantre, en una extensión de trescientos sesenta mil pasos.

(2) El original latino dice Carsarum, de los césares, esto es, de Tiberio, Druso y Germánico.

(3) Según Dión, LV, 5, fué Augusto quien, en 746, inventó esta manera de eludir la ley.