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Cayo Cornelio Tácito.

cursos y ordenándoles su principio y su fin; que era justo también reparar en la religión de los confederados, los cuales tenían dedicados sacrificios, consagrados bosques y levantados altares á los ríos de la patria; fuera de que ni el mismo Tiber querría correr con menor gloria privado de sus propios tributos y natural grandeza». Los ruegos de las colonias, la dificultad de la obra ó la superstición pudieron tanto, que concluyó el senado en el parecer de Pisón, que fué de no innovar cosa.

A Popeyo Sabino le prorrogó el gobierno de la Mesia, añadiéndole la Acaya y la Macedonia. Fué ésta una de las costumbres de Tiberio, continuar los gobiernos, tal que dejó á muchos toda su vida en los mismos cargos de ejércitos y de judicaturas. Dábanse para esto varias causas: unos decían que por librarse del cuidado de haber de escoger tan á menudo nuevos sujetos, eternizaba sus primeros juicios; otros creían que era pura envidia y maliguidad, temiendo el verlos gozar á muchos. Hubo también quien juzgó que así como era de ingenio astuto, era también escaso de juicio, porque no buscaba hombres de singulares virtudes, y por otra parte no dejaba de aborrecer los vicios: temía de los buenos su propio peligro, y de los ruines el deshonor de la república. Y así, por esta irresolución vino finalmente á término, que encomendó el gobierno de provincias á personas á quienes otros no hubieran dejado salir de Roma.

De los comicios y elecciones de cónsules que hubo en tiempo de este príncipe y después de él, apenas me atreveré á decir cosa con certidumbre: tal es la variedad que se halla, no sólo entre los autores, sino en sus oraciones mismas. Porque unas veces sin nombrar al pretendiente le iba describiendo y pintando su origen, su vida y los sueldos que había ganado, para que fuese menester adivinar quién era: otras, dejando también estas significaciones, rogaba á los candidatos en general que no quisiesen in-