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tre ellos y sé que los huincas son superiores á nosotros en armas, en justicia y en regalos, y que su amistad nos es de provecho. Por tanto, valientes guerreros, si queréis conservar vuestras tierras, gozar de los dulces abrazos de vuestras mujeres, de la sabrosa chicha y de los regalos de la caza; Si queréis vivir sin sobresalto y mirar al sol de lleno, dad la paz á Mascardi, que viene en nombre de un rey poderoso á ofrecérosla."

Tal era la hermosura de Huanguelé y tanto el fuego que puso en su arenga, que los endurecidos guerreros acortaban el cerco, que era muy grande, para verla mejor y no perder palabra suya.

Tras ella tomó la palabra Peucanta, cacique de tanta estimación, que su voto era seguido como el más acertado en todas las asambleas.

—"El defender uno sus tierras—dijo—, sus hijos, sus mujeres y su libertad es cosa tan natural, que hasta las fieras lo hacen; ¿qué digo las fieras? La paloma más sin hiel, en llegándole á quitar su cría, la defiende con alazos y se muestra brava. Los agravios de los españoles nos hicieron bravos y feroces para la defensa. Aunque su poder sea mayor y sus armas más aventajadas, no nos damos por vencidos, que flechas y macanas nos dan los montes, lanzas y toquis de sobra, fortalezas la cordille-