LOS LUSIADAS.
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Deponed por un momento
la
majestad que contemplo en
ese rostro juvenil, cual evidente indicio de la auréola
que
gloria
os rodeará
cuando subáis
de
templo inmortal.
al
mí vuestras reales y benignas miradas, un nuevo ejemplo de amor á los grandes y porten-
Bajad, Señor^ hasta
y
veréis
tosos
hechos de
la patria,
celebrados en numerosos versos.
Veréis este amor patrio^ no motivado por
premio, sino por otro
más elevado y
recompensa que
vil la
do y ennobleciendo
nombre de
deseo de vil
pues no es
funda en darse á conocer cantan-
paterno hogar. Veréis enaltecido
el
aquellos cuyo señor
qué vale más,
No me
el
se
un
casi eterno;
si
ser rey del
oiréis ensalzar
y dueño sois, y deduciréis mundo, ó serlo de tal gente.
con fantásticas hazañas ni con fin-
gidas empresas á los vuestros,
como
lo
hacen
las
musas
extranjeras deseosas de engrandecerse; pues vuestras
ma-
que exceden á las Rodomonte y del vano
ravillosas proezas (1) son tan grandes,
quiméricas y fabulosas del feroz
Rugiere y aun á
las del
Orlando
(2)^
suponiendo que
tales
héroes hayan existido.
En
su lugar os podré ofrecer un Ñuño, justamente enor-
que prestó á su patria, y á su Rey; y un Egas, que por sí solos me hacen codiciar de Homero; y en vez de los doce Pares, os presenta-
gullecido con el servicio
un
D. Fuas
la lira
ré los doce de Inglaterra ros á aquel ilustre
y su Magricio (3), además de daGama, cuya fama ha eclipsado la de
Eneas.
Y
si
buscáis quien iguale la gloriosa
memoria de César
(1)
ES' decir, las
(2)
Héroes fabulosos del poema Orlando furioso de Ariosto.
(3)
De
mente en
alcanzadas por sus antecesores.
este valiente portugués, asi el
Canto YI.
como de
los anteriores; se
hablará más extensa-