Página:Los asadores en sopa.djvu/46

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III


« ¡Colorado! » decian los soldados, y Pedro se reia, pues siempre estaba de buen humor, siempre vivo y dispuesto á todo, lo que vale más que la calabacilla llena del mejor aguardiente. Muchas noches, cayendo el agua á chuzos, tuvo que reposar á cielo raso, empapado hasta los huesos; su alegría no le abandonó. Hacía mover sus daguillas y se reia. Rataplan. Todo el mund o estaba de pié. Rataplan. En verdad, había nacido para ser tambor.

Llegó el dia de la batalla; no habia salido aun el sol pero habia claridad. El aire era frio, pero ardoroso el combate. Habia niebla pero más humo de pólvora habia todavía. Las balas y las granadas volaban por encima de las cabezas, excepto las que entraban en los cráneos, en los cuerpos, en los miembros. Ya este, ya aquel, caian sobre sus rodillas cubiertos de sangre, con la cara blanca como el papel. El tamborcillo tenía su color sonrosado de