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capítulo iii
Las Brujas



A

on Espiridión, que no había hecho gran caso de la buena nueva que le comunicó D.ᵃ Pascuala, que toleró las visitas del doctor Codorniu y las juntas de médicos, sólo por darle gusto y que en los primeros meses no había creído en la próxima llegada de un heredero, se alarmó de veras cuando notó evidentes síntomas y observó que su cara mitad estaba muy lejos de guardar el aspecto ordinario.

—Ya esto pasa de castaño oscuro,—le dijo una noche cuando acabaron de cenar y se habia marchado á la cama el heredero de Moctezuma.

—Sí que pasa,—respondió D.ᵃ Pascuala,—y no lloro por no afligirte y porque nada se consigue con eso, pero creo que me voy á morir.

—Morirte no, eso no, mujer, pero sí otra cosa... no