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38 LOS BANDIDOS

sé lo que será, pero es necesario que te pongas en cura formalmente...

—¡Fresco estás! ¿qué más cura quieres? ¿No ha venido el mejor doctor de México, no ha habido junta de médicos, no me he tomado ya cuatro botellitas y he andado no sé cuantas leguas? ¿Qué más quieres?

—A eso no le llamo curarse,—contestó el marido,—y nunca he tenido fe en los médicos. No tenemos más medio sino ocurrir á las brujas. Por más que diga todo el mundo que no hay brujas, yo sí lo creo y los hechos lo dicen. Todos los días las vemos y sobre todo la enfermedad que tú tienes sólo ellas la saben curar.

—Pues yo no creo en las brujas, pero con tal de sanar, sean brujas ó curanderas, estoy resuelta á todo. Enviaremos á llamar al doctor por última vez, si te parece.

—Es inútil, te mandará lo mismo, ya hemos gastado buen dinero, y el maiz está bajando de precio, y la cebada no pinta bien. Las brujas nos costarán poco, pero no es por el dinero, sino porque aunque veas á todo el proto medicato, no te han de sanar.

—Pero ¿de quién nos valdremos?

—¡Toma! eso es fácil, buscaré á la herbolaria que ha solido venir por acá y ha rejuntado en el cerro yerbas que dice son remedio eficaz para diversas enfermedades. Quizá tenemos muy cerca la medicina, sin necesidad de ir á la botica.

—¡Ah! la herbolaria, ya me acuerdo, y por cierto que le di una canasta, porque ya no le cabían las yerbas en su ayate.

—Esa misma, y tiene una tía que es la verdadera bruja, y la que sabe como se hacen las curaciones. El