42 LOS BANDIDOS
so, completan la alimentación con los animalillos sobrantes que no pudieron vender. Increible parece que puedan vivir con tal sobriedad, pero el hecho es que así viven, ó mejor dicho, asi vegetan, pues su aspecto es enfermizo, y seguramente no llegan á larga vida. En la estación de aguas hacen sus pozos y sus atajaderos en el punto que creen más conveniente de las orillas del lago, y recogen su cosecha de sal. Ya esto es una industria que les proporciona comprar algunas varas de manta, cera para la Virgen, y si algo más les sobra lo emplean en cohetes á lo que son muy afectos, y que queman en la primera solemnidad religiosa que se presenta. Años hay que las lluvias son abundantes, y entonces los potreros de Aragón se inundan, las obras hechas para recoger la sal son arrebatadas por las corrientes, y el pueblecito queda formando una isla y si las aguas suben, entran en las casas y los habitantes tienen que abandonarlas, y se van á Zacoalco ó á otros pueblos y haciendas vecinos, á acomodarse de peones. Las mujeres no se sabe á punto fijo lo que hacen, pero es probable que siguen ejerciendo su industria, y encuentran hospitalidad en los pueblos de indios vecinos.
A este pueblo pertenecían, ó al menos lo habitaron mucho tiempo, las dos brujas á quienes trataba de buscar D. Espiridión.
¿Cómo y cuándo las dos mujeres fueron á ese pueblecillo que nombraremos de la Sal, no es fácil averiguarlo. Ese terreno, inservible, salitroso, pequeño é incapaz de cultura probablemente, formaba parte de las parcialidades de San Juan y de Santiago, es decir, de los terrenos que antes de la conquista pertenecían á la isla de Taltelolco (isla arenisca) terreno más elevado sobre el nivel or-