Página:Los espectros (1919).djvu/165

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
165
 

Cleopatra.—Bueno, escuchad lo que voy a proponeros, queridas amigas. Lo primero que os propongo es que juremos no ser nunca infieles a nuestros pobres mariditos. Que hagan con nosotras lo que quieran: siempre permaneceremos firmes, como la Roca Tarpeya. Cuando pienso cómo sufrirá ahora, cómo gritará en vano: «¡Cleopatra! ¿Dónde estás, mi adorada Cleopatra?» Cuando pienso lo que me quiere...

(Todas lloran.)

Cleopatra.—Juremos, pues, queridas amigas; están esperando.

—¡Juramos, juramos todas! Pueden hacer con nosotras lo que les dé la gana; permaneceremos fieles.

Cleopatra.—Ahora estoy tranquila por nuestros pobres maridos. ¡Podéis dormir confiados, caros amigos!... Ahora, queridas compatriotas, designemos, conforme al deseo de esos odiosos romanos, una parlamentaria. Irá...

—¡Y les sacará a todos los ojos!

Cleopatra.—No; y les dirá a esos cobardes la verdad. Se figuran que no somos capaces sino de arañarles la cara. Es preciso que vean que también sabemos hablar.

Verónica. (Alzando los enjutos ojos.)—No comprendo de qué podemos hablar. Es absolutamente inútil, puesto que la fuerza está de su parte. No tenemos más remedio que someternos.

Cleopatra.—¡Detenedla! La fuerza, Verónica, no es el derecho, como dicen los jurisconsultos