Puesto que el Sol sobrepuja considerablemente en masa a todos los otros cuerpos del sistema solar, el movimiento de cada planeta depende, ante todo, del campo gravitatorio del Sol. Bajo su acción describe el planeta, según la teoría de Newton, una elipse Kepleriana, cuyo eje mayor, el que une el punto de la trayectoria más próximo al Sol (perihelio) y el más lejano (afelio), está en reposo relativamente al sistema de estrellas fijas. Sobre este movimiento Kepleriano de un planeta se acumulan ahora las influencias (perturbaciones) de los restantes planetas, más o menos grandes, pero que no alteran esencialmente la forma de la elipse; estas influencias producen, en parte, sólo fluctuaciones periódicas de los elementos de la elipse de partida (eje mayor, excentricidad, etc), y en parte, un aumento o disminución continua de los mismos. A la última clase de «perturbaciones» pertenece la lenta rotación del eje mayor observada en todos los planetas, y por ello, en el transcurso del tiempo, también de su perihelio, relativamente al sistema de estrellas fijas. En general en los grandes planetas concuerdan los movimientos del perihelio observados (excepto en pequeñas discrepancias, que todavía no han quedado definitivamente establecidas, por ejemplo, en Marte) con los deducidos del cálculo de las perturbaciones; pero los cálculos en Mercurio suministran un valor unos 43" demasiado pequeño por siglo. Para la explicación de esta diferencia se han ideado las hipótesis más variadas, pero ninguna de ellas es satisfactoria. Necesitan recurrir a masas todavía desconocidas en el sistema solar y, puesto que todas las pesquisas referentes a masas que fuesen suficientemente grandes para explicar la anomalía Mercurial han sido inútiles, nece-
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