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― Abrirás esta puerta?― dijo la voz perteneciente á los piés que habían golpeado.

—Al instante Señor.—respondió Oliverio descoriendo los cerrojos y volviendo la llave.

—-Sin duda serás el aprendiz que se esperaba?- repuso la voz á travez del agujero de la cerradura.

­- Si señor. ― replicó Oliverio. ­Que edad tienes?

—Diez años Señor.

- Siendo asi voy á estrangularte en cuanto entre.―prosiguió la voz- Ya lo verás aborto de la inclusa!

Despues de una promesa tan galante la voz se puso á Silvar.

Oliverio estaba harto acostumbrado á la realizacion de tales amenazas para tenor ninguna duda de que el dueño de la voz fuera qnien fuera cumpliese en palabra. Dcscorrió los cerrojos con mano trémula y abrió la puerta. Miro por algun tiempo al frente á derecha y á izquierda persuadido de que el incógnito que acababa de hablarle por el ojo de la llave, había dado algunos pasos de mas para calentarse; porque no vió á nadie mas que un gordo muchacho de la escuela de la caridad, sentado sobre un guarda canton frente la tienda y ocupado en comer una rebanada de pan con manteca que cortaba en pedazos de la medida de su boca con una mala navaja y que tragaba en seguida con mucha voracidad.

―Perdon caballero. —dijo al cabo Oliverio no viendo parecer á nadie mas- sois vos el que habeis llamado?

—He dado punta pies. ― respondió el otro.

― Necesitais un ataud?―repuso 0liveri0 con ingenuidad.

A esta pregunta el muchacho de la caridad se puso furioso en grado superlativo y juró que Oliverio antes de poco necesitaría uno si se permitía bromear así con sus superiores.

­―Mal espósito! Ignoras acaso quien soy yo? ―dijo levantándose de guarda canton y adelantándose manos en la faltriquera y con insigne gravedad.