Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/100

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 88 —

y los hombres volvian con las palas y azadones al hombro.

Čuando se abrian las puertas de las casas, se veia en muchas de ellas el fuego encendido para prevenir las pobres cenas, y por las calles se oian los recíprocos saludos, y las breves y tristisimas pláticas acerca de la escasez de la cosecha y del mal año: además el esquilon del lugar anunciaba con el lento toque de oraciones la caida del dia. Así que Lorenzo vió que los dos bravos se habian retirado, prosiguió su camino, haciendo en voz baja, entre la oscuridad que iba creciendo, ora al uno, ora al otro hermano, ya una prevencion, ya un recuerdo; y de esta manera llegaron muy entrada la noche á la casita de Lucía, El intervalo que media entre la formacion de un proyecto peliagudo y su ejecucion, dice un autor, es un sueño de fantasmas y sobresaltos. Hacía muchas horas que Lucía experimentaba las angustias de semejante sueño, y la misma Inds, la autora del proyecto, estaba pensativa, hallando apénas palabras con que animar á su hija. Pero en el momento de despertar, en el momento en que se trata de poner mano á la obra, se encuentra el ánimo enteramente trasformado. Al miedo y valor que luchaban en él, sucede otro valor y otro miedo, y la empresa se presenta á la imaginacion bajo un aspecto enteramente nuevo. Lo que se temia al principio á veces parece una cosa sumamente fácil, y á veces se encuentra mayor el obstáculo que desde luégo pareció de poca consideracion. La imaginacion atemorizada se arredra, los miembros se niegan á ejercer su oficio acostumbrado, y el corazon falta para aquello á que se habia prestado con más resolucion. Así es que Lucía, en cuanto oyó que Lorenzo llamaba de quedo á la puerta, se aterró de manera que en aquel momento resolvió sufrir cualquiera cosa, aunque fuera separarse de él para siempre, más bien que ejecutar lo que habia determinado; pero cuando se presentó Lorenzo y dijo: «Aquí estoy: vamos;» cuando todos se manifestaron dispuestos á marchar sin dificultad, como cosa irrevocablemente acordada, no tuvo Lucía ni lugar ni ánimo para resistirse, y como arrastrada se agarró temblando del brazo de su madre y del de su novio, y echó á andar con los demas.

Callandito en la oscuridad y con pasos mesurados salieron de casa, y tomaron el camino por fuera del pueblo. El más corto hubiera sido atravesar el lugar para salir á la extremidad opuesta en donde vivia D. Abundo; pero escogieron el primero para que nadie los viese. Por sendas enire huertas y campos llegaron cerca de la casa del Cura, y