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Entróse de nuevo, cerró la ventanilla, y medio dormido y más que medio espantado, encontró al punto un expediente para dar más auxilio del que le pedian, sin meterse en la zambra, cualquiera que fuera. Cogió los calzones que tenía sobre la cama, se los puso debajo del brazo, y bajando á brincos una escalerilla de madera, corrió al campanario, echó mano á la cuerda de la mayor de las campanas, y empezó á tocar á rebato.

Al dan dan de la campana, se sientan en la cama los aldeanos, y los mozos que duermen en los pajares aplican el oido y se levantan: «Qué será esto? tocan á rebato. Si será fuego? ¿Si serán ladrones? ¿Si serán foragıdos?» Muchas mujeres aconsejan y piden á sus maridos que no se muevan y dejen que vayan otros; algunos se levantan y se asoman å la ventana; los cobardes, como si cediesen á las súplicas, se acurrucan debajo de la colcha; los más curiosos y los más animosos acuden á coger horquillas y escopetas, y otros se quedan á la expectativa.

Pero ántes que los valientes estuviesen en disposicion de obrar, y áun ántes que estuviesen bien despiertos, ya el alboroto habia liegado á oidos de otras personas que velaban vestidas, á saber, los bravos en un paraje, y Perpetua é Inés en otro. Referiremos desde luego en pocas palabras lo que hicieron los primeros desde el instante en que los dejamos parte en la casucha y parte en la taberna. Estos tres, cuando vieron todas las puertas cerradas y las calles sin gente, salieron aparentando que iban muy léjos; dieron una vuelta al lugar para cerciorarse de que todos estaban recogidos, y con efecto, no hallaron alma viviente ni oyeron el más leve rumor.

Pasaron tambien delante de la pobre casita de Lucía, la más silenciosa de todas, pues nadie habia en ella, y luégo marcharon en derechera á la casucha para hacer su relacion al señor Canoso, el cual se puso inmediatamente un sombrero muy grande, se echó encima una esclavina de hule, tomó en la mano un bordon de peregrino, y dijo:

«Vamos, compañeros, silencio y atencion á las órdenes.»

Con esto echó á andar el primero. Siguiéronle los demas, y en breve llegaron á la casita por camino opuesto al tomaron nuestros amigos cuando salieron para su expedicion. Mandó el Canoso parar su gente á la distancia de algunos pasos, adelantóse él solo para explorar, y viendo que todo estaba solitario y sosegado, llamó á dos de los suyos que escalasen silenciosamente la cerca del corral, ocultándose luégo en un rincon detras de una grande hique