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que al fin consigue reunirlos á todos en el corral, y aquí les dice: «¡Alto! jalto! prontas las pistolas, listos los puñales, y todos unidos marchemos: asf es como se debe ir.

¿Quién quereis, majaderos, que se nos acerque estando juntos? pero si fuésemos uno á uno, hasta los aldeanos se fos at reverian. ;Qué vergüenza! Ea, todos detras de mí, y nien unidos.» Despues de esta lacónica arenga, se puso al brente y salió el primero. La casa, como dijimos, estaba á la salida del lugar, tomó el Canoso aquel camino, y todos le siguieron en buen órden.

Dejémoslos ir, y volvamos unos pasos atras para buscar á Inés y á Perpetua que dejamos plantadas á la vuelta de cierta esquina. Inés habia procurado alejar á Perpetua todo lo posible de la casa de D. Abundo, y hasta cierto punto la cosa habia salido perfectamente. Pero la criada se acordó de repente que la puerta quedaba abierta, y quiso volver atras. Nada habia que oponerle, é Inés para no escamarla tuvo que dar la vuelta con ella, y retroceder, haciendo sin embargo lo posible para entretenerla cada vez que la veia enfervorizada en la relacion de sus malogrados casamientos. Aparentaba oirla con atencion; y de cuando en cuando, para manifestar que no se distraia y alimentar la charla, decia: «Cierto, ya comprendo; va bien; claro está; y luego? ¿y él? iy usted?» Pero entre tanto discurria en lo inlerior de esta manera: «Si habrán salido ya? ¡Qué lorpes hemos andado en no haber convenido en una señal para que me avisasen cuando la cosa estuviese hecha! ¡Qué torpeza! En fin, no hay remedio: ahora lo mejor es entretener á ésta, pues á turbio correr nada hay perdido sino un poco de tiempo más.» De esta manera, å pausas y á carreritas, habian llegado las dos mujeres á poca distancia de la casa de D. Abundo, que por causa de la esquina no veian todavía. Tratándose un punto importante de la narracion, Perpetua sin advertirlo se habia detenido, cuando de repente llegaron tronando á sus oidos aquellos primeros gritos desaforados de D. Abundo:- «¡Perpetua! ¡Perpetua! itraicion! ¿No hay quien me socorra?»

Válgame Dios! ¿Qué será esto?-exclamó Perpetua en ademan de echar á correr.

—¿Qué es eso? ¿qué es eso?-dijo Inés deteniéndola por el guardapiés.

—Válgame Dios! ¿No ha oido usted?-replicó desasiéndose Perpetua.

—Pero ¿qué es?-repitió Inés cogiéndola de un brazo.