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-El diablo de la mujer!-exclamó Perpetua librándose de ella con un empellon, y echó á correr.

Al mismo tiempo, más léjos y más agudo8 se oyeron los chillidos de Mingo.

—¡Válgame Dios!-exclamó tambien Inés corriendo detras de la otra.

Aún no habian andado cuatro pasos, cuando el esquilon empezó sus togues, que hubieran sido espuelas, si de ellas hubiesen necesitado.

Perpetua llegó como unos dos pasos ántes, y al echar la mano á la puerta para empujarla, la abrieron de par en par por dentro, y se encontró en el umbral con Anloñuelo, Gervasio, Lorenzo y Lucía, los cuales babian dado con la escalera, la bajaron á brincos, y oyendo luégo aquel tocar á rebato, corrian á todo correr para escaparse.

—Qué hay? ¿qué hay?-preguntó Perpetua jadeando á los dos hermanos, que contestaron con un empellon, y se escurrieron.-¡Y vosotros? ;Cómo! Qué haceis aquí vosotros?-preguntó luégo á la otra pareja, así que vió quiénes eran; pero ellos tambien salieron sin contestar palabra.

Para acudir Perpetua á lo más urgente, no trató de hacer mayores indagaciones, sino que entró apresuradamente en el zaguan, dirigiéndose á tientas á la escalera.

Los dos novios medio desposados se encontraron con Inés, que fatigada y afanosa, acababa de llegar.

—jAh! ¿aquí estais?-dijo sacando con trabajo las palabras...-¿Cómo habeis salido? ¿Y qué es eso de la campana? Me parece haber oido...

—A casa, á casa,-interrumpió Lorenzo,-ántes que se reuna gente.

En esto llega Mingo, los conoce, se pára delante de ellos, y todavia temblando, con voz çasi apagada, dijo:

—A dónde van ustedes? Vućlvanse aprisa y al convento.

—Eres tú?-dijo Inés;-iqué hay?-preguntó Lorenzo;-y llena de terror, Lucía iemblaba sin hablar palabra.

—Que los demonios andan en casa,-contestó Mingo jadeando;-yo mismo los he visto; me quisieron matar. Lo ha dicho el padre Cristóbal y ha dicho que usted, Lorenzo, vaya tambien al punto: y luégo yo los he visto. Fortuna que los encuentro á ustedes aquí. Ya lo diré todo cuando estemos más léjos.

Lorenzo, que era el que estaba más en su acuerdo, juzgó que por un lado 6 por otro convenia irse al instante ántes que llegase gente: que lo más acertado sería hacer lo que aconsejaba, 6 por mejor decir mandaba Mingo con·