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che en campo abierto, el volver á ver la ciudad y su casa, todo esto excitaba en su corazon un placer tumultuoso.

Por lo que toca á la lucha, ya con el dietámen de sus confidenuas habia tomado sus medidas y formado su plan de batalla.

—Querrán violentar mi voluntad,-decia para sí:-iy qué haré yo? Mantenerme firme como una roca: seré humilde y respetuosa; pero me negaré á obedecer. No se trata sino de pronunciar otro si, y yo no le pronunciaré por cierto. Querrán emplear la dulzura, venir á buenas; yo seré más buena que ellos; lloraré, suplicaré, los moveré á compasion; que al cabo yo sólo pido no ser saerificada.

Nada se verificó de estas previsiones, como suele suceder muy á menudo. Pasábanse los dias sin que el padre ni los demas le hablasen de la solicitud ni de la retractacion, y sin que le hiciesen propuesta alguna ni con amenazas ni con halagos. Sus padres estaban serios y tristes, poniéndo'e siempre mal gesto sin decirle el motivo; sólo se inferia que la miraban como delineuente é indigna de pertenecer å su familia. Raras veces, y sólo en ciertas horas de - terminadas, se le permitia acompañar á sus padres y al primogénito, y en la conversacion de los tres respiraba la mayor franqueza, lo que hacía más sensible y dolorosa la proscripcion de la pobre Gertrudis. Ninguno le dirigia la palabra; las que ella se atrevia á pronunciar humildemente, euando no recaian sobre asunlos de evidente necesidad, 6 no las escuchalban, ó respondian con una mirada indiferente, despreciadora ó altiva; y si no pudiendo tolerar por más tiempo tan amarga y humillante distincion, intentaba granjearse un poco de benevolencia, inmediatamente la interrumpian con alguna expresion tortuosa, pero clara, acerca de la eleccion de estado, y le daban á entender con indirectas que habia un medio de conciliarse de nuevo el afecto de su familia. Gertrudis, que no lo queria á ese precio, se veia precisada á retroceder, á desechar aquellas primeras muestras de cariño que tanto deseaba, y à volver á la situacion de proscrita, en que para mayor desconsuelo permanecia con là apariencia de culpada.

Todas estas contrariedades estaban en completa oposicion con las halagüeñas ilusiones que tanto habian lisonjeado y todavía lisonjeaban secretamente la imaginacion de Gertrudis. Esperó en algun tiempo que en la ostentosa y concurrida casa de sus padres gozaria en realidad alguna parte de lo que habia imaginado; pero quedaron enteramente fallidas sus esperanzas. La clausura de su casa era