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| aguardaba otro castigo mayor, indeterminado y de consiguiente más terrible.

El paje fué echado inmediatamente de la casa, y tambien se le amenazó con un castigo horroroso, como en algun tiempo osase hablar del asunto. Al hacerle el Príncipe esta insinuacion. le descargó dos bofetones tremendos para agregar á la aventura un recuerdo que le quitase toda tentacion de alabarse de ella. Para la despedida del paje no era dificil encontrar un pretexto, y en cuanto á la jóven, se dijo que estaba indispuesta.

Alli, pues, se quedó Gertrudis con el remordimiento, la vergüenza, el temor de las consecuencias y sólo la compañia de aquella mujer á quien aborrecia por ser el castigo de su yerro y la causa de sus desgracias. La mujer por su parte odiaba tambien á Gertrudis, porque por ella se ha- İlaba reducida, sin saber hasta cuándo, á la condicion fastidiosa de carcelera y depositaria para siempre de un secrelo, en aquellos tiempos muy peligroso.

Sosegóse poco á poco aquel primer tumulto de afectos; pero volviendo luégo cada uno de ellos á agitar sucesivamente el ánimo de la infeliz, se aumentaba y se detenia en él para afligirla con mayor fuerza. ¿Qué castigo podria ser aquel con que su padre la amenazó sin determinarle? Muchos, variados y muy extraños se ofrecian á la ardiente imaginaeion de Gertrudis. El que le parecia más probable era el que la condujesen de nuevo al convento de Monza, para estar allí, no ya como una señorita, sino como una culpada. ¿Quién sabe hasta cuándo y con qué tratamiento? que tan penosa contingencia tenía para clla de más doloroso era quizá la vergüenza. Pasaba y repasaba en su memoria las frases, las palabras y hasta las comas de aquella malhadada carta: se figuraba que todas habrian sido analizadas por un lector muy diferente de aquel á quien contestaba con ella: temia que la hubiesen vislo su madre, su hermano y algunas otras personas, y en comparacion de esto todo lo demas le parecia nada. No dejaba tampoco de venir con frecuencia á molestar á la pobre presa la imágen de aquel que habia sido el orfgen de todo el escándalo, y bien se deja entender entre los demas criados tan diferentes de él por sus caras sérias, frias y ceñudas. Pero por la misma razon que no podia separarle de los demas ni volver un instante á recrearse en sus pasajeras ilusiones sin que inmediatamente le ocurriesen las penalidades presentes que eran sus consecuencias, comenzó poco á poco á recordarle con ménos papel que haria