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mas montes de ménos nombradía y más comun configuraeion que componen aquella prolongada cordillera. Desde la orilla del rio va subiendo la ribera con suave y regular declive, que interrumpen despues algunas colinas y valles de poca extension, formando alturas y sinuosidades segun la estructura de los montes y el continuo lamer de las aguas. Los puntos más altos de aquel terreno, socavados por los cauces de los torrentes, están por lo comun cubiertos de piedras y cascajo, pero el resto son campos y viñedos, aldeas y granjas, con algunos bosquecillos que suben por la falda de los montes. No léjos del puente y tan cerca del lago, que en las grandes avenidas llega á circundarla, está situada Leco, la principal de aquellas poblaciones, tan aumentada en nuestros dias que casi presume de ciudad.

En el tiempo que sucedieron las cosas que vamos á referir no era ciertamente de tanta consideracion, pero ya se reputaba por un pueblo regular, y tenia su castillo, guarnecido por un comandante y soldados españoles, que cuidabạn de inspirar modestia á las muchachas del país, de sacudir el polvo de tiempo en tiempo á sus padres y maridos, y de esparcirse por las viñas en el otoño para aliviar en parte á los aldeanos del trabajo de la vendimia. Todo el terreno, desde el lago á los montes, de un collado á otro, de casería á casería, estaba y está cruzado de caminos y sendas, unas llanas y otras pendientes, quedando algunas tan hondas entre los vallados de las heredades, que apénas descubre el caminante otra cosa que el picacho de algun monte ó el pedazo de cielo que está sobre su cabeza. A veces permite la altura del terrena que la vista descubra perspectivas más ó ménos extensas, pero siempre variadas y ricas, segun campean ó se esconden los diferentes puntos y objetos de aquellos amenos contornos. Ya brilla y deslumbra por una parte la tersa superficie del lago, que oculta despues un grupo de árboles ó de casas. Ya vuelve á aparecer más extenso entre los montes que le circundan, y se pintan inversamente en sus ondas. A este lado se descubre el rio, más allá el lago, y el rio otra vez, que serpeando y luciendo como plata al piẻ de la cordillera que le acompaña, se pierde por fin y desaparece con ella en el horizonte.

Por uno de los caminos arriba descritos volvia de paseo hácia su casa, al caer la tarde del 7 de Noviembre de 1628, D. Abundo, cura de una de aquellas aldeas, cuyo nombre no se expresa en el manuscrito que nos sirve de guia. Iba rezando en su breviario pacíficamente, cerrándolo á veces