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aparecerian para siempre: pero el testimonio de un personaje de no ménos autoridad ni ménos títulos nos obliga á creer lo contrario. Este es el Excmo. Sr. D. Juan Fernandez de Velasco, condestable de Castilla, mayordomo mayor de S. M. C., duque de Feria, conde de Haro, señor de la casa de Velasco, y de la de los siete infantes de Lara, gobernador del estado de Milan, etc. «En 5 de Junio de »1593 tambien informado plenamente de los perjuicios y pruinas que causaban los bravos y vagamundos, y de los »pésimos efectos que por esta clase de gente resultaba al »bien público en menosprecio de la justicia, mandó de »nuevo que sa iesen del país en término de seis dias, re- »pitiendo las niismas penas y castigos de su autecesor.»

Luégo.el 23 de Mayo de 1598, «informado con no poco sen- »limiento suyo de que se aumentaba cada dia más en »aquella ciudad y estado el número de bravos y vagamun- »dos, y que dia y noche sólo se oian heridas alevosamente »dadas, homicidios y robos, y otros delitos semejantes »que cometian con tanta más facilidad cuanto confiaban en »el favor de sus principales y fautores, prescribia de »nuevo las mismas medidas y remedios,» aumentando la dósis como en las enfermedades rebeldes, y concluia el bando en estos términos: «Cuiden, pues, de no contrave- »nir.de modo alguno al presente bando, pues en vez de »encontrar clemencia en S. E., experimeniarán su rigor y »su cólera, por haber resuelto que éste sea el aviso último »y perentorio.»

Poco ó ningun efecto produjeron semejantes medidas, pues vemos renovadas las mismas disposiciones por el gobernador de Milan conde de Fuentes en 5 de Diciembre de 1600, por el marqués de Hinojosa en 22 de Seliembre de 1612, por el duque de Frias en 24 de Diciembre de 1618, por D. Gonzalo Fernandez de Córdoba en 5 de Octubre de 1627, y otros posteriores al tiempo en que ocurrió lo que vamos refiriendo:

Que los dos bravos arriba descritos estuviesen allf aguardando á alguno, era cosa de que no se podia dudar; lo que no agradó á D. Abundo fué el inferir, por ciertos movimientos, que él era la persona que esperaban. En efecto, asi que le vieron sa miraron uno á ctro, levantando la cabeza con cierto ademan como si dijesen: «alli viene.»

El que estaba á horcajadas en la cerca salLó al camino, y separándose de la pared el compañero, se dirigieron ambos bácia nuestro cura, el cual, con el breviario abierto como si leyera, alzaba la vista con disimulo por encima