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Cuando pronunció el nombre del autor del atentado, no pudo Perpetua contenerse, y echó un voto. Al oirle don Abundo se dejó caer sobre el respaldar del sillon con un gran suspiro, y levantando las manos al cielo, exclamó:

—¡Perpetua, por amor de Dios!

—iJesus. mil veces!-prosiguió cl ama;-iqué pícaro! iqué bribonazo! ;Qué hombre tan sin temor de Dios!

—¿Quieres callar, ó quieres perderme para siempre?

—Aquí estamos solos; nadie nos oye. Y cómo se compondrá usted, pobre señor?

—No está mala la salida,-dijo D. Abundo con enfado.- ¿El parecer que me has ofrecido es preguntarme cómo me compondré?

—Yo bien le diria mi parecer bueno 6 malo; pero...

—Oigámoslo.

—Mi parecer serfa, que como todos dicen que nuestro Arzobispo es un santo, un hombre de sumo respeto que no teme á esos bribones, y que se complace por sostener á un párroco en meter en costura á uno de esos prepotentes, yo le escribiria una cartita muy bien puesta, informándole de todo, y...

—Calla, calla, no digas más. ¿Y es ese el famoso parecer que me das en tan duro conflicto? Cuando me hayan sepultado en los riñones un par de balas, ¡Jesus! ¿lo remediará el señor Arzobispo?

—Pues qué, las balas se reparten así á dos por tres como los confites? ;Dios nos librara si esos perros mordiesen todas las veces que ladran! Yo siempre he visto que al que enseña los dientes todos le respetan, y dice bien el refran, que al que se hace de miel las moscas se lo comen.

Justamente porque usted nunca sostiene su razon, todos vienen á... 'con perdon hablando...

—¿Quieres calar?

—Ya callo; pero es muy cierto que cuando las gentes ven que uno siempre y en todos los lances se deja sopapear...

—iQuieres callar, repito? ¿Estamos ahora para esas badajadas?

—En fin, basta; consúltelo usted esta noche con la almohada; pero entretanto no empiece á hacerse daño á sí mismo y á arruinarse la salud. Coma usted un bocado.

—Sí, si, yo pensaré en ello,-respondió D. Abundo refunfuñando.-Ya lo sé,-prosigui6 levantándose:-nada quiero tomar, nada. ;Buena gana tendré yo de comer! Ya sé que á mi me toca discurrir lo que se debe hacer.