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-Don...-repitió Lorenzo, como para ayudar al paciente á pronunciar el resto, y sin apartar los ojos de los del Cura, ni quitar las manos de detras.

—D. Rodrigo,-pronunció D. Abundo aprisa, y de un modo como si quisiese desfigurar el nombre.

—Ah perro!-exclamó Lorenzo, rechinando los dientes.-jAh perro! ¿Y cómo? ¿qué le ha dicho á usted para...?

—Cómo? ¿Cómo?-respondió con voz casi airada don Abundo, el cual, despues de tamaño sacrificio, se consideraba como acreedor de Lorenzo.-;Cómo? ¡Ya, ya! Quisiera que á tí te hubiese sucedido en mi lugar; que en verdad no estarias para fiestas.

Aquí se puso á pintar con los colores más horrorosos el fatal encuentro con los bravos, y sintiéndose en el cuerpo, miéntras hablaba, cierta cólera que el miedo tuvo reprimida hasta entónces, y viendo al mismo tiempo que Lorenzo entre ira y confusion estaba inmóvil con la cabeza baja, continuó diciendo:

—Has hecho por cierto una brava accion! ¡Una pasada semejante á un hombre de bien, á tu párroco, en su propia casa, en lugar sagrado! ¡Vaya, que la cosa es de contar! Y luégo para qué? para sacarme de la boca tu desgracia, y la mia, lo que yo te ocultaba por prudencia, para tu bien. Ahora, pues, que lo sabes, quisiera que me dijeras qué es lo que has adelantado. Por amor de Dios, estas no son burlas: no se trata de si hay 6 no hay razon; se trata de la fuerza. Y cuando esta mañana te daba yo un buen consejo, al instante alborotarse. Yo miraba por ti, y por mí. Y ahora ¿qué se hace? Abre por lo ménos la puerta, 6 dáme la llave.

—He faltado á usted al respeto,-respondió Lorenzo con voz humilde para con D. Abundo, pero que indicaba furor contra su enemigo.-He faltado; pero póngase usted la mano al pecho, y reflexione si en mi lugar...

Diciendo esto, habia ya sacado la llave del bolsillo, 6 iba á abrir. D. Abundo fué tras él; y miéntras Lorenzo abria, se le acercó, y con rostro serio le dijo:

—Jura al ménos...

—He faltado: disimule usted, - respondió Lorenzo, abriendo la puerta para salir.

—Jura,-replicó D. Abundo agarrándole de un brazo con mano trémula.

—Me he propasado,-añadió Lorenzo, soltándose de él.

Y ausentåndose apresuradamente cortó de esta manera la cuestion que, como las de literatura y filosofía, hubiera |