Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/35

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 23 —

durado seis siglos por el teson con que entrambos se hubieran mantenido en sus trece.

—iPerpetua! ;Perpetua!-gritó D. Abundo despues de baber llamado en vano al jóven fugitivo.

Pero el ama no respondia, y D. Abundo ya no sabía lo que le pasaba.

Ha sucedido más de una vez que personajes de categoría más elevada que la de D. Abundo, hallandose en grandes apuros, y sin saber qué partido tomar, creyeron excelente recurso meterse en la cama con calentura. No tuvo don Abundo que ir á buscar semejante arbitrio, porque él mismo se le vino naturalmente á las manos. El susto del dia anterior, la mala noche, el miedo que le acababa de meter Lorenzo, y el pensar lo que pudiera sucederle en adelante, produjeron su efecto. Aturdido y fatigado, volvió á sentarse en su sillon y empezó á sentir algunos calofríos.

Se miraba las uñas, suspiraba, y de cuando en cuando llamaba con voz trémula y rabia á Perpetua. Por fin llegó ésta con una gran col debajo del brazo, y tan serena como si nada hubiera pasado. No quiero molestar al lector con los lamentos, las quejas, los cargos, las defensas; aquello de que «tú sola puedes haber hablado,» y lo que, «yo no he, dicho nada,» con los demas dimes y diretes de aquél coloquio. Bastará decir que D. Abundo mandó á Perpetua que atrancase la puerta; que no volviese á salir, y que si alguno llamaba, respondiese que el señor Cura se habia metido en la cama con calentura. Subió luégo lentamente la escalera, exclamando á cada tres escalones: «Estoy fresco;» y de véras se metió en la cama, en donde por ahora habremos de dejarle.

Caminaba entretanto Lorenzo con paso agitado á su casa, sin haber aún resuelto qué partido tomaria; no obstante, tenía vivas ánsias de hacer alguna diablura. Lo8 provocadores, los hombres injustos, todos los que hacen daño á los demas, 8on culpados, no sólo por el mal que cometen, sino tambien por los excesos á que provocan á los ofendidos. Lorenzo era un mozo pacífico, enemigo de verter sangre,'un jóven franco, y ajeno de toda alevosía; en aquel momento su corazon meditaba un atentado, per y su imaginacion estaba ocupada en tramar una traicion.

Hubiera querido buscar á D. Rodrigo, agarrarle por el gañote, y... pero se acordaba que su casa era una fortaleza, guardada por bravos interior y exteriormente, que sólo entraban en ella los criados y los amigos de mayor confianza; que á un artesano incógnito no se le admitiria sin