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| sen á Inés y á Perpetua á una pieza de la parte del edificio destinada para las mujeres, que ocupaba tres de los cuatro lados del segundo patio, en la parte superior del castillo, edificada sobre un peñasco saliente aislado, y dominando un precipicio. Los hombres estaban alojados en los tramos del otro patio á derecha y á izquierda, y en el que caia á la plazuela. El cuerpo del medio, que separaba los dos patios, y daba paso de uno á otro por una vasta entrada enfrente de la puerta principal, lo ocupaban parte las provisiones, y parte debia servir para depositar los efectos que llevasen los fugitivos que allí se acogiesen. En la parte destinada para los hombres habia una separacion reservada para los cclesiásticos que pudiesen llegar, y á la cual condujo el caballero en persona á D. Abundo, que fué el primero que la ocupó.

Veintitres 6 veinticuatro dias permanecieron nuestros fugitivos en el castillo entre un gran movimiento, y numerosa compañía, que en los primeros dias se fué aumentando considerablemente, sin que sucediera cosa alguna digna de referirse; sin embargo, no pasó quizá un dia sin que fuese necesario llamar á las armas. Eran contínuos los avisos de que venian alemanes por aquí, de que se habian visto venecianos por allí, y á c da aviso de estos, enviaba el caballero exploradores, y si era menester, tomaba consigo gentes dispuestas al intento, y salia del valle por la parte doude amenazaba el peligro. Era una cosa particular ver una cuadrilla de valentones armados de piés á cabeza, mandados por un hombre sin armas. Las más veces los que causaban la alarma eran forrajeadores ó partidas que se desbandaban merodeando, y huian ántes de ser sorprendidos.

Sin embargo, en una ocasion, persiguiendo el caballero á unos cuantos de estos bandidos para enseñarles á no volver por aquellas partes, tuvo aviso de que una aldea inmediata estaba invadida y sufriendo el saqueo.

Los invasores eran Lanziquenescos de varios cuerpos que hallándose rezagados, se habian reunido, y se echaban de repente sobre los pueblos inmediatos al ejército, I robando á los habitantes, y áun sacando contribuciones.

Arengó el caballero á sus valientes; los puso en órden, y se dirigió á la aldea invadida.

Como llegó de improviso, los ladrones, que sólo creyeron ir al botin, viéndose sorprendidos por gente armada, abandonaron más que de prisa el saqueo, dispersándose con tanta confusion que cada uno tomó el camino por don-