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viene; pero dígnese escucharme. Por amor de Dios, de aquel Dios ante cuya presencia hemos de comparecer todos... (diciendo esto, tenía en la mano la calavera de hue- 80 pendiente del rosario) no se obstine en negar una justicia tan fácil y tan debida á unos infelices. No olvide que Dios tiene los ojos sobre ellos, y que allá arriba se escuchan sus imprecaciones: la inocencia es muy poderosa, y...

—Vamos, Padre,-interrumpió con enojo D. Rodrigo:- el respeto que me merece su hábito es muy grande; pero si alguna cosa pudiese hacer que lo olvidase, seria el verle puesto en una persona que se atreviese á venir á hacer de espia en mi propia casa.

Encendieron estas palabras el rostro del religioso; pero con semblante de quien traga una amarguísima pócima, replicó:

—Ese titulo de ningun modo me conviene. Bien conoce V. S. en su interior que esta accion no es ni vil ni despreciable. Señor D. Rodrigo, escúcheme V. S., y quiera el cielo que no tenga que arrepentirse de no haberme escuchado. No haga estribar su gloria... ¡qué gloria! V. S. es poderoso aquí abajo; pero...

—Sabe usted,-interrumpió D. Rodrigo con impaciencia y con ira,-sabe usted que cuando se me antoja oir un sermon sé irme á la iglesia como los demas? Pero ¡en mi casa!

—continuó con risa sardónica,-jen mi casa! usted me encumbra demasiado. ¡Predicador en mi casa! Sólo le tienen los príncipes.

—Y aquel Dios que pide cuenta á los príncipes de las palabras que envia á sus oidos en sus mis:mos palacios; aquel Dios que ejerce ahora para con V. S. un acto de misericordia, enviando uno de sus ministros, indigno, miserable, pero ministro suyo, á suplicar por una inocente...

—En una palabra, Padre,-dijo D Rodrigo en ademan de marcharse,--yo no comprendo lo que usted me babla; entiendo sólo que debe haber alguna mozuela que le interese mucho. Vaya, pues, á confiárselo á otros, y no se tome la libertad de importunar asi á un caballero.

—Me intereso, es verdad,-replicó el Padre, poniéndose delante de D. Rodrigo, y alzando las manos en aire de súplica y con el objeto de detenerle;-me interesan entrambos más que si fuesen mi propia sangre. Señor D. Rodrigo, yo nada puedo hacer en favor suyo, sino rogar á Dios por ellos, y lo haré con todo mi corazon. No me niegue V. S.

esta gracia: no quiera prolongar las angustias de aquellos nocentes: con una palabra suya todo eslá acabado.